viernes, 21 de octubre de 2011

Encabeza Leonel Godoy Rangel el 146 aniversario luctuoso de los Mártires de Uruapan







Uruapan, Mich., a 21 de octubre de 2011.- Al rememorar el martirio de los integrantes del Ejército Republicano a manos del imperio de Maximiliano, Federico Ruíz López, ex alcalde de Uruapan y orador oficial del 146 aniversario Luctuoso de los Mártires de Uruapan, destacó que la lucha de por la que perdieron la vida aquellos liberales demuestra que la virtud es la más elevada de las prácticas políticas.
El evento, que fue encabezado por el Gobernador de Michoacán, Leonel Godoy Rangel, fue un recordatorio de la fuerza perenne de las ideas liberales por encima de los intereses conservadores, toda vez que los ideales republicanos por los que lucharon los liberales forjaron el México independiente.
“Recordamos los aciagos tiempos que se siguieron de la lucha por la Independencia.

En 1865 Uruapan es notable baluarte liberal, por la muerte del Gral. Manuel García Pueblita. Por el paso de revista o Gran Parad de las fuerzas republicanas, por la guerrilla constante de los ejércitos: republicanos, chinacos, zaragozas o liberales, por un lado y por el otro, los intervencionistas, los imperialistas, también llamados traidores. Es el año de los Mártires de Uruapan, en defensa de la patria. Entre los acontecimientos propios de la intervención francesa (Segundo Imperio) y la Reforma.

En la tranquilidad de la madrugada, los prisioneros marchaban al cadalso, habían llegado el día anterior, tras ser obligados a caminar por siete días bajo las inclemencias del tiempo y los accidentes del terreno. Eran opositores al imperio de Maximiliano y así murieron: El general de división José María Arteaga, el general de brigada Carlos Salazar, el teniente coronel José Trinidad Villagómez, el coronel Jesús Díaz (oriundo de Paracho) y el capitán Juan González. Capturados en Santa Ana Amatlán el 13 de octubre por la caballería del guerrillero imperialista Amado Rangel, subordinado del entonces coronel Ramón Méndez.

Los cinco oficiales del ejército republicano, serían víctimas de la terrible ley promulgada por Maximiliano de Habsburgo del 3 de octubre (decreto negro) “… se condena a muerte, sin previo juicio a todos los defensores de la república y a todo aquél que apoyara a los combatientes republicanos con pertrechos alimentos, armas o cualquier otro tipo de ayuda” decreto terrible que provocaría el recrudecimiento del odio que separaba a ambos bandos –en pocos términos: todo republicano sería pasado por las armas-



José María Arteaga, general en jefe del ejército republicano del centro, desde 1864, conducía la campaña guerrillera en los estados de Michoacán, Jalisco, México y Guanajuato mantenía siempre ocupados al ejército invasor y a sus aliados. Había participado ya en contra de la invasión norteamericana, posteriormente en contra de la intervención francesa.

Carlos Salazar (el bravo general Salazar) desde muy joven ingresó al Colegio Militar y en 1847 participó en la batalla del 5 de mayo de 1862 y en el sitio de Puebla en el año siguiente. En 1864 se convirtió en gobernador y jefe militar de Michoacán.

La lucha patriótica era persistente en diferentes puntos del país. Una y otra vez sus jefes levantaban y hacían caer al enemigo en emboscadas sin fin, demostrándoles que eran dueños del terreno que pisaban. Fue sobresaliente la lucha guerrillera en 1864 y en 1865. Ante la derrota de los republicanos el 25 de septiembre de 1865 en Tacámbaro, Arteaga decidió ponerse a salvo lo que quedaba de su ejército y salió de Tacámbaro con rumbo a Uruapan. En Uruapan recibió la noticia, que una poderosas columna imperialista se dirigía a esta ciudad para destruir al ejército republicano y decidió al ejército republicano y decidió evacuar la ciudad del Cupatitzio y se dirigió al sur, por el camino de Tancítaro, con una fuerza de mil 200 hombres; el General Riva Palacio enfilaría a Morelia, con 900 soldados y el general Zepeda lo haría con rumbo a Los Reyes con 600 hombres.

Perseguida por la columna imperialista, la tropa de Arteaga llegó a Tancítaro el 9 de octubre, el 12 siguió la tropa con rumbo a Santa Ana Amatlán a donde llegaron el día 13 tras una marcha penosísima y las tropas enemigas pisándoles los talones.

Después de ordenar al coronel Julián Solano, con el apoyo de 30 solados y al capitán Pedro Tapia, con 15 exploradores, tomar medidas para vigilar los movimientos del enemigo y la entrada del pueblo, Arteaga dispuso que la tropa descansara. Los dos oficiales que tenían en salvaguardar la vida de aquellos republicanos habían sido comprados desde Uruapan en 3 mil pesos por el enemigo y abandonaron a los que hasta entonces habían sido sus compañeros de armas.

A las once de la mañana, la caballería de Amado Rangel irrumpió en el pueblo con ¡vivas al imperio! Sin que nadie diera aviso a los agotados soldados republicanos. La sorpresa, la confusión, fue total y mínima la resistencia del General Salazar, al parapetarse en la casa en donde estaba reunido con sus oficiales, no hubo tiempo de tocas “Generala”. Se ordenó suspender el combate. Horas después entró en Amatlán el grueso de la tropa imperialista, 400 infantes y 300 caballos, comandada por el coronel Méndez.
El botín, con la derrota de los republicanos: todas las armas, municiones y caballos quedaron en manos de los imperialistas, 400 prisioneros, entre los que se encontraban, además de los oficiales mencionados, cinco tenientes coronel, ocho comandante y ocho oficiales de menor rango.

Al valorar la magnitud del triunfo, Méndez ordenó levantar el campo y partió con los prisioneros, en prolongado e inhumano caminar; de Santa Ana Amatlán a exhibir a los prisioneros al pasar Apatzingán, Lagunillas, Tancítaro, Peribán, Zirosto, Parangaricutiro y Uruapan. Fueron separados los cinco oficiales. El día 20 se les notificó, en capilla, que serían pasados por las armas, recibieron la visita y la asistencia del cura de Uruapan Francisco García Ortiz.

Arteaga, escribió a su madre, en la noche de luna ser prisionero y que mañana sería fusilado, por cumplir su deber militar y con su patria, dejar su nombre sin mancha. Con el único crimen en haber peleado por la independencia de su país.

Salieron los prisioneros: Arteaga con traje militar del ejército republicano, bota fuerte y sin sombrero. Salazar con el mismo uniforme; Villagómez, Díaz y González vestidos de paisanos. Salazar arrojó la venda que intentaban ponerle, al exclamar ¡Sin vendas!

Cinco hileras de diez soldados, conformaban al pelotón de fusilamiento. Salazar quiso hablar a los pocos vecinos presentes, pero al ver que los soldados apuntaban ya, sólo tuvo tiempo de abrir su camisa, señalar al corazón y gritar con furia, con su acostumbrada voz de mando: ¡aquí traidores!.

La voz de fuego se confundió con el sonido de 50 descargas simultáneas que atravesaron el pecho de los defensores del ideal republicano. Los cadáveres se Arteaga, Salazar, Villagómez y González, fueron llevados por los vecinos del pueblo a la iglesia de Uruapan y sepultados en su cementerio, el de Jesús Díaz fue conducido en procesión por su coterráneos de Paracho.

Tras el sangriento drama de Uruapan, el imperio estaba herido de muerte, desde aquel instante. El monumento a los Mártires de Uruapan, fue inaugurado por el gobernador de Michoacán, Aristeo Mercado, 28 años después del fusilamiento de los jefes republicanos 821 de octubre de 1893)